Si echamos una
mirada más allá de nuestras pantallas de ordenadores, nos daremos cuenta de que
hay muchos mundos a nuestro alrededor. A veces, me doy cuenta de algunas cosas
curiosas (en realidad, es mi profesor de Lengua el que me ha animado a
“fijarme” y “pensar” en ellas).
Hay
muchos más países en este “planetilla” y, cada región o zona, como es lógico,
tiene sus propias tradiciones y costumbres. Dentro de éstas, podemos hablar de
las normas de cortesía, que en la mayoría de las ocasiones obedecen a una razón
concreta. Por ejemplo, cuando un hombre y
una mujer suben una escalera, por cortesía, el hombre debe subir primero. ¿Por
qué? Para que no caiga en la tentación de mirarle el culo a la dama. Cuando la
situación es la contraria, el hombre, deberá bajar primero por otra razón: si
la dama tropieza, él la sostendría. Creo que es una norma de cortesía que
costumbre que ya no se utiliza. En general, este ámbito de la
cortesía/educación se ha devaluado bastante, pues ya no somos tan educados como
antes, ya no guardamos la compostura en la mesa y pocos jóvenes tienen el
debido respeto por las personas mayores. ¿Cedemos el asiento en el autobús?
¿Ayudamos a los demás?
Ahora,
dirijámonos al norte, no, más al norte, a Alaska, por ejemplo. Nuestros adorables
esquimales. Estas gentes tienen un saludo que todos conocemos, el frote de
nariz. ¿A qué se debe su origen? Pues, a que en su lengua, “besar” significa
“olor”. Si, así de simple, al igual que distinguen entre diferentes besos,
distinguen también entre diferentes tipos de blancura o de nieve, dependiendo
de la tonalidad, volumen, etc.
¿Y en Europa?
Claro, pensabais que me iba a olvidar. Pues no. Nosotros estrechamos o nos damos la mano, aunque también es verdad
que hay más variantes a la hora de saludarse: dos besos, uno en la mejilla,
etc., pero dejemos vayamos a lo esencial. El hecho de estrechar la mano tiene
una razón oculta o, mejor sería afirmar, tiene una razón que la mayor parte de
personas desconoce. Para poder comprenderla, hemos de remontarnos a la Edad
Media, a los tiempos de los castillos. En esa época, cuando ibas por la calle
te arriesgabas a que alguien te diera una estocada, así, sin ton ni son. Para
arreglar estos imprevistos, cuando dos personas se encontraban, cada una tendía
su mano derecha a la otra, para demostrarle que no tenía ningún arma. ¿Y por
qué la mano derecha y no la izquierda? Bueno, eso es algo lógico, la mayoría de
los humanos somos diestros y esa es la mano con la que se manejan las armas.
¿Nunca os
habéis preguntado por qué se chocan los vasos para brindar? Pues, en ese
tiempo, la Edad Media, cuando te ofrecían un vaso, el líquido que contenía
podía tener veneno, así que, antes de beber, todos los comensales debían
brindar y, de esta forma, se dejaba que un poco del líquido de cada vaso se
derramase en el otro. De esta forma todos los comensales demostraban que no
tenían malas intenciones.
Marta
González Errea
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